viernes, 12 de febrero de 2016

Su cuerpo entero, en cada minúsculo recoveco,
estaba tatuado de lunares.

La piel grababa en ella misma la historia de las estrellas,
y cada constelación portaba el misterio de los cielos y de sus ancestros.

Osa mayor y osa menor se abrazaban en amor,
mientras Andrómeda saludaba a la cruz del sur reflejada en su rostro.