Tu piel se desliza,
suavidad de mantequilla sobre mi alma.
Tu aroma me invade,
elixir secreto que despierta cada poro.
Tus ojos me desnudan:
fuego encendido,
chispa que arde en mi cáliz sagrado.
Tu abrazo es música:
armoniza,
pero también embravece mis aguas.
Eres caos necesario:
me rompes,
me desordenas,
y en ese desorden suavizas mis estructuras.
Tu luz,
tus sombras,
despiertan en mí ángeles y demonios.
Y yo, más humana,
entro en mis heridas
para sentirlas,
para abrazarlas.
Y así, tú también humano,
te amo en lo imperfecto,
te amo en los errores y horrores,
te amo sin razón aparente,
más que por tu luz
y tu negrura.
