Roto el cristal del reloj de arena
sus granos parecieron cobrar personalidad,
marchando, escapando,
con prisas
hacia Dios sabe dónde,
lineales
o tal vez no tanto,
pero sin atisbo alguno de querer detenerse,
y nunca mirando a los ojos
porque saben
en el fondo
que no son amigos del hombre,
al menos no del hombre que vive del ayer.
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Amilde Z.
jueves, 30 de septiembre de 2010
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