sábado, 21 de noviembre de 2009

Siempre se vuelve a aquel lugar...

Querido Nonno,

Luego de tanto tiempo adormecida en esta gris urbe, hace poco se me reveló la necesidad de volver. Y debo decir que al fin lo hice, pero pido perdón por la demora de tantos años postergando toparme con esa parte de mi infancia. A veces culpo a las exigencias de nuestras vidas posmodernas, pero luego pienso que las cosas se dan en su debido momento, cuando estamos preparados para asimilarlas.

Hasta ahora no había enfrentado el regreso. Ello significaba girar las agujas del reloj en dirección contraria y emprender el viaje hacia aquel tiempo que quedó suspendido para siempre. Un tiempo de sonrisas y unión, donde aún estamos nosotros, niños, correteando por el pasto verde y la tierra caliente resquebrajada por el sol.

La arboleda permanecía intacta, envejecida y sabia. Mientras caminaba y avanzaba hacia tu encuentro, la vegetación parecía estar observándome, deleitándose por como había pegado estirón esta niña, y comentando árboles y arbustos cuan felices estaban de mi retorno. Las moras y eucaliptus expandían sus sombras. Me regalaban su frecura para alivianar mis pasos en tan calurosa tarde de primavera.

En la esquina de tu casita, ese nidito de familia que con tanto amor construiste, me paré y memoré. Recordé nuestros paseos nocturnos para contemplar la bóveda azul tatuada de infinitos astros. Qué regalo de la vida aquellos días! Sólo se era feliz con contemplar, sin hablar, limitándonos a existir para todo ese perpetuo cosmos y festejando el cruce de nuestros seres por esta vida.

Tu laguna sigue tan misteriosa como antaño y parecen ya muy lejanos los días en que fuera habitada por los indios. La quietud de sus aguas me invitó a calmar mis ansias de juventud turbulenta, y pienso que tal vez por la misma razón a vos también te gustaba meditar con ella. Claro que no lo tildarías de meditación porque tu grado de racionalidad era muy alto. O quizás eso querrías mostrar, ya que apuesto mi alma toda, a que te movía la búsqueda de la Verdad mucho más que a gran número de otros simples mortales.

Sólo faltó el aroma a pan recién horneado y esas sobremesas al mejor estilo italiano. Pero a algún sitio, y de eso estoy muy segura, fueron a parar todas estas memorias que aún viven con la majestuosidad de aquel tiempo.

Todo un eterno GRACIAS, si esta pobre palabra puede abarcar el inmenso regalo de tu andar por nuestros días.

Pachu.

1 comentarios:

Nicolás Zeballos dijo...

Hermoso. Gracias.

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